addanomadd

a d d a n o m a d d

Traducción al español abajo

 

 

Diplomacy

 

 

Shatter left ankle growth plate in seven places wrestling new year’s tournament against military institute opponent wearing camo singlet who might be a girl but forget the exact weight class yet remember losing weight reducing milk to bones before weigh-in on locker room scale not far from where we adorn plastics in showers jumping rope under fountainheads blasting scalding water whose steam hovers to increase sweat and decrease kilos, this act before sports bras keep us intact.  Mama hears the break from the bleachers prior to sirens’ rush from gymnasium to operating table.  Gas mask.  Nurses won’t release me from recovery until I pee but morphine prevents me—even with IV.  Surgeons insert three screws at university hospital in the capital city where gunned down officials in favor of saving gun rights get saved by medical team of women and men in transition including one who waltzes through saloon-style swinging doors into the exotic film section of video store where I grow up renting movies scanning shelves based on cover designs like choosing your own set of somebody else’s bones for the weekend to enter their calcium house of decline left as a pile shoveled below soil or collected and stored in gallery exhibit X at the intersection where Influenza Avenue meets 39th Street.  Later, while recovering from surgery, let’s race workable legs versus injured dancers on crutches, one who drives stick shift and winds up in a parking lot across the river in an unknown jurisdiction where a couple of shady dudes step out of an adjacent pickup truck much to our surprise and start shaking the small red car we’re in, some international model, until my driver grabs the clutch, throws it in reverse, and peels the fuck outta there.  Skid marks create that burnt rubber odor.  “We’ve got to flee.” Don’t stop to think of the flag-wavers’ x-rays or their family businesses.  Vanish.  Once, at airport security, screws set off repeat beep syndrome and I’m detained.  Neighboring kids pass down their worn-in game of Operation so we can get shocked failing to extract bones with those little tweezers as my siblings and I start playing doctor rather than Twister.  Later, break left wrist in two places playing stick games smashing into an opponent’s chest plate after a week-long bender not in shape to bang bodies overseas at the mercy of the homeowner where we’re stationed as she performs a scene out of the movies tying my limbs to the sides of the bed because I write scripts set in cemeteries when she’s not driving me to work on the opposite side of the road—lefty stick shift.  The proprietress goes so far as to direct her dog to bite my ankle and ask for a portion of my fish & chips.  What is it about the left and its sympathizers?  Identify bodies at Wounded Knee.  Ghost Dance.  Previously, a Monday night violent collision ensues close to Thanksgiving between the player Tailor and another named Olga Tóbiás whose leg snaps like a breadstick—two muzzled gunshots: Pow, pow!—and announces a compound fracture with two bones bursting through skin sticking out in the autumn air’s tibia & fibula like a pair of stunned flagpoles in shackles and as a result revolutionizes the game, demanding more protection for those who project spheres aerially.  If you have a soft stomach, don’t watch the replay.  Gruesome.  Olga Tóbiás throws with her right, and it’s the right leg injury that drives retirement from the league.  Later, based upon earlier eras, venues of recorded design remove human bones from displays such as the reconstructed sites of village massacres in the name of revisionist history trying to make up for building atop people’s remains.  Millenarianism.  How often do we wonder what happens to our bones after we exit even if we insist on incineration instead of a graveyard installation?  Eating turkey off the bone while dreaming of libertines, our brains remain incarcerated.  

 

~ Twinky Tecolote





Diplomacia

 

Destrozas el cartílago de crecimiento del tobillo izquierdo en siete lugares por competir en torneo de lucha grecorromana contra oponente y leotardo de camuflaje de instituto militar que podría ser chica pero olvido el peso exacto aunque recuerdo perder peso a dieta de nada de leche en perjuicio de los huesos antes de la báscula en los casilleros no muy lejos de donde adornamos plástico en las regaderas brincando la cuerda bajo el chorro de agua que estalla hirviendo cuyo vapor intensifica e incita al sudor y reduce kilos, este acto previo a que los bras atléticos nos dejaran intactos.  Mamá escucha la fractura desde las gradas antes que las sirenas corran del gimnasio a la mesa de cirugía. Máscara de gas. Las enfermeras no me sueltan hasta que orine mas la morfina lo previene –hasta con intravenosa. Los cirujanos insertan tres clavos en el hospital universitario de la ciudad capital donde oficiales acribillados por defender los derechos de poseer armas son salvados por equipos médicos de mujeres y hombres incluyendo uno que baila el waltz a través de puertas tipo cantina a la sección de la tienda de videos exóticos donde crecí rentando pelis buscando en los estantes basado en los diseños de cubiertas como quien escoge sus propio juego de huesos ajenos para el fin de semana y accede a su casa de calcio deteriorada y dejada cual pila excavada bajo tierra o colectada y guardada en la exhibición X de la galería en la intersección donde Avenida Gripe topa con Calle 39. Más tarde, mientras me recupero de la cirugía, corramos con piernas hábiles versus bailarinas lastimadas con muletas, una que maneja de velocidades y acaba en un estacionamiento cruzando el río en jurisdicción desconocida donde un par de tipos sospechosos se bajan de una camioneta para nuestra sorpresa y empiezan a sacudir el cochecito rojo en el que estamos, un modelo internacional, hasta que mi piloto agarra el clutch, lo mueve en reversa, y se larga del lugar de mierda. Marcas de derrape producen ese olor a hule quemado. “Tenemos que huir”. Sin pararnos a pensar en las radiografías de los onduladores de bandera o sus negocios familiares. Nos esfumamos. Una vez, en el control de seguridad aeroportuaria, los tornillos detonan el síndrome de alarma y soy detenido. Niños al lado pasan con su gastado juego Operación para que dé el toque al no lograr extraer huesos con esas pincitas cuando mis hermanos y yo empezábamos a jugar al doctor en vez de Twister. Después, fractura de la muñeca izquierda en dos puntos jugando con palos chocando contra el pecho del contrincante tras una farra de fin de semana sin estar en forma para chocar contra cuerpos en ultramar a la merced de la dueña de la casa donde estamos situados mientras ella actúa una escena como salida de las películas amarrando mis extremidades a las esquinas de la cama porque escribo guiones montados en cementerios cuando no me conduce al trabajo por el camino zurdo y desde el lado opuesto a la palanca de velocidades. La propietaria se pasa de lanza al instruir al perro a que me muerda el tobillo y hasta me pide que le dé parte de mis fish & chips. ¿Pero qué pasa con la izquierda y sus simpatizantes?  Identifica cuerpos en Wounded Knee. El baile fantasma. Previamente, una violenta colisión de lunes por la noche ocurre cerca del Día de Acción de Gracias entre el jugadora Tailor y otra llamada Olga Tóbiás cuya pierna se rompe como palillo de pan: dos disparos amordazados: Pow, pow! –y anuncia una doble fractura con dos huesos reventados por la piel asomados a la tibia y la fíbula del aire otoñal como un par de aturdidas astas en grilletes y como resultado revoluciona el juego, exigiendo mayor protección para quienes lanzan proyectiles esféricos al aire. Si eres de estómago débil, no veas la repetición. Repugnante. Olga Tóbiás tira con su derecha, y es la lesión de la pierna derecha la que le obliga a abandonar la liga. Luego, basado en eras previas, locales de diseño registrado quitan huesos de su exhibición tales como las villas reconstruidas que son sitios de masacres en nombre de la historia revisionista tratando de compensar haber construido sobre el resto de sus cuerpos. Milenarismo. ¿Con qué frecuencia nos preguntamos qué pasa con nuestros huesos una vez que dejamos la escena aun si insistimos en la incineración en vez de la instalación en camposanto? Arrancar y comer el pavo del hueso mientras soñamos ser libertinos, nuestros cerebros se quedan encarcelados. 

 

~Traducido por Almendra Staffa

 

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