addanomadd

a d d a n o m a d d

Traducción al español abajo

 

 

 The Sanctuary of Artemis                  

             

 

Attic girls between the ages of five and ten years, dressed in crocus-coloured garments, went in solemn procession to the sanctuary [of Artemis at Brauron], where they were consecrated to the goddess. During this act … the girls performed a propitiatory rite in which they imitated bears. —William Smith, A Dictionary of Greek and Roman Antiquities (1875).

 

Little girls from Athens

came to this watery place,

beside this small stream of fresh water

that flows down to the salt of the sea,

to dance among the reeds and marsh grasses,

pretending to be the bear cubs of Artemis.

 

Real bears no longer existed

in the world these children knew.

 

Their rite of passage

was to imagine a vanished world,

to hold onto a world always

on the point of vanishing.

 

The world keeps making ruins.

 

Today, in a basement shelter in Kyiv,

a little girl sings “Let It Go”

while bombs fall around her city.

 

In Gaza, a child holds a doll

unearthed from the ruins of her home.

“She’s broken,” the girl says,

“but I want her with me.”

 

She will always hold that brokenness.

 

In the museum at Brauron,

a child of the fourth century

holds a rabbit in the marble folds of her garment,

one small hand stroking its ears.

 

Her tenderness has outlasted empires.

 

 

—Rob Hardy

El Santuario de Artemisa

 

Las niñas de entre cinco y diez años del Ática, vestidas con ropas de color azafrán, iban en solemne procesión al santuario [de Artemisa en Brauron], donde eran consagradas a la diosa. Durante este acto… las niñas realizaban un rito propiciatorio en el que imitaban a los osos. —William Smith, Diccionario de la Grecia y Roma de la antigüedad,  1875.


Las niñas de Atenas

vinieron a este lugar acuoso,

junto a este pequeño arroyo de agua dulce

que fluye hacia la sal del mar,

a bailar entre los juncos y las hierbas de los pantanos,

fingiendo ser los cachorros de oso de Artemisa.

 

Los osos reales ya no existían

en el mundo que las niñas conocían.

 

Su rito de iniciación

era imaginar un mundo desaparecido,

para aferrarse a un mundo siempre

a punto de desaparecer.

 

El mundo sigue creando ruinas.

 

Hoy, en un refugio en el sótano de Kiev,

una niña canta “Let It Go”

mientras las bombas caen sobre su ciudad.

 

En Gaza, una niña tiene en sus brazos una muñeca

desenterrada de las ruinas de su casa.

“Está rota”, dice la niña,

“Pero la quiero conmigo”.

 

Ella siempre llevará esa rotura.

 

En el museo de Brauron,

una niña del siglo IV

sostiene un conejo en los pliegues de mármol de su vestido,

una pequeña mano acariciando sus orejas.

 

Su ternura ha sobrevivido imperios.

 

 

—Rob Hardy                                              

 

Traducción al español de Mar Valdecantos